La noche más larga - segunda parte

Camino de un lado para otro y no dejo de actuar como si algo me inquietara. Parezco un tonto, no puedo estar tranquilo un sólo momento, mis manos sudan y mis ojos quieren permanecer cerrados para no ver la vergüenza por la que estoy pasando. Por que siento un poco de vergüenza aunque el momento no lo amerite.

No sé si la gente me mira, pero siento sus ojos que penetran mi cabeza, mi corazón, mi alma, como si trataran de entrar para saber lo que estoy pensando y lo que estoy sintiendo.

Esa sensación ya la había sentido antes, más de una vez. Pero esta vez era peor. Me siento como si estuviera en medio de la nada, una nada que es oscura pero en la cual, al final, se abrirá paso la luz, aquella que cuando estoy triste me da la alegría, cuando estoy sólo me da la compañía, cuando estoy callado me da la confianza, cuando estoy agobiado me da el cobijo.

Es la misma luz que una vez vi venir hacia mi y darme la voluntad para tomarla de la mano y darle un beso, el cual nunca me dejó ser el mismo hombre.
Y esta noche la veo llegar, la espera ya terminó, al fin es el momento.

Por un momento viene a mi mente todos aquellos momentos por los que pasamos para llegar a este día. Es un sueño.

Sus ojos, como dos gotas de miel, me miran y comprendo que también vivió los mismos sentimientos y pensamientos que los míos.

La tomo de la mano, me da un suave beso. Aquí estamos.
- Podemos empezar con la ceremonia - me pregunta un hombre de túnica blanca.
- Ya estamos listos - respondemos a la vez.