La noche más larga - primera parte

Cuando piensas en una persona que está lejos de ti, el mundo te parece tan grande y complicado que no crees poder volver a verla.
Las noches se hacen más largas y los días son tristes y agotadores.
Tratas de distraer tu mente con otras cosas.
Lees, duermes, comes, escribes o tal vez eres más osado y sales a caminar.
Piensas sólo en dar un vuelta.
Cruzas la puerta, prendes un cigarrillo y das los primeros pasos.
Han pasado 5 minutos y ya quieres regresar.
Te dices:
- Un rato más, aún es temprano
y cumples tu palabra.
Luego de pasar diez, viente, treinta veces por la misma casa, piensas en regresar.
- Ya es hora de volver
Abres la puerta, ingresas a tu casa y automáticamente, como si un rayo te golpeara, vuelves a pensar en aquella persona.
¿Cómo no hacerlo si todo me la recuerda?
Aquella taza donde tomó el café, aquel peine que alguna mañana acarició sus cabellos, aquel espejo que la decir:
- Me tengo que ir
Nada se escapa de tus pensamientos y tu sabes que ese sentimiento y esos recuerdos te quitarán el sueño.
Subes las escaleras e intentas ir a la cama, aún no es tarde como para acostarse pero tampoco piensas hacerlo, pero en el camino algo distrae tu atención, ¿qué es?
Es tu teléfono, está sonando.
Lo ves y te indica que alguien te trató de llamar en más de una oportunidad.
- A la hora que salí me olvidé de llevarlo - piensas
Ves quién fue e impulsivamente marcas los siete dígitos que te separan de aquella persona.
Suena una, dos, tres veces y es suficiente para que conteste y te diga:
- Te llamé porque no te di las buenas noches
Sonríes como no lo habías hecho en mucho tiempo - o tal vez poco, el tiempo a veces es traicionero- y sólo atinas a decir:
- Buenas noches, me haces falta.